Un nuevo mapa ecológico para el planeta Tierra

(Diario La República, 17 de mayo de 2006)


La discusión de las papeleras, está estancada en el tema de los blanqueadores de la pulpa de madera. Este es en realidad un tema menor en el impacto ambiental global de cambios que se avecinan inevitablemente.

Es una verdad admitida que una especie cualquiera sacada de su hábitat natural, disminuye su rendimiento, sufre enfermedades, y en definitiva aumenta sus posibilidades de fracaso. Si el cambio es propiciado por el hombre con fines económicos, sus proyectos pueden encontrarse en gran peligro.

Sin embargo, existe algo que se llama sobre-adaptación. Una especie, transportada a un ambiente exótico, no solo se defiende adecuadamente, sino que adquiere bríos y posibilidades que desconocía en su ambiente natural.

Sobre adaptación es lo que permitió que un arbolito mediocre como el pinus radiata de California, se transformase en la base de la economía maderera de Nueva Zelandia; las mismas vacas que trajo Hernandarias, se encontraron en un verdadero paraíso vegetariano, que ayudó a fundar la economía del Río de la Plata.

El eucaliptus, es una especie exótica en la cuenca del Río de la Plata, pero los rendimientos de madera, son mayores que en su zonas de crecimiento natural en Australia.

Un árbol se encuentra en condiciones de cosechar su madera en 7 años, tiene un crecimiento que puede llegar a los tres metros por año en altura. Y un incremento medio anual (IMA) que puede llegar a los 50 metros cúbicos por hectárea.

Los alrededores del río Uruguay, e islas, tienen sin duda, las mejores condiciones mundiales para la producción de madera de eucaliptus.

Para conseguir un árbol que reúna las condiciones de un eucaliptus sudamericano, los europeos del norte, posiblemente deban esperar entre 50 a 100 años, o empezar a deforestar en forma acelerada.

Las maderas nobles de la zona tropical están siguiendo el destino de una deforestación acelerada, al punto que algunas como la cerejeira (roble brasileño) pueden encontrarse en peligro de extinción.

El surgimiento de una zona del mundo que permita el crecimiento casi vertiginoso de especies fácilmente cultivadas, es una bendición para la economía mundial, y el equilibrio de ecosistemas planetarios.

En el largo plazo puede vaticinarse que los bosques artificiales de las zonas templadas, suplantarán a los bosques naturales de las zonas tropicales como renovadores y productores de oxígeno y consumidores de anhídrido carbónico.

Este destino, no está vinculado con que las papeleras se ubiquen en la orilla uruguaya o argentino, o aún que estén fuera de la región. En cualquier caso las papeleras, y otras industrias vinculadas al eucaliptus trabajarán con productores de ambas orillas.

Pero además del ecosistema natural se encuentran los ecosistemas humanos, que en definitiva es la verdadera causa, que las industrias prefieran instalarse en Uruguay que Argentina.

El ambiente de negocios en Uruguay es más respirable que el de nuestros hermanos argentinos, y las prácticas son más claras y leales.

El mismo presidente de la empresa Botnia, en una entrevista concedida a la revista Debate, en Helsinki le afirma al periodista mexicano Alejandro Cárdenas que los índices de corrupción relativamente bajos en Uruguay favorecen netamente la radicación de los megaproyectos europeos.

Este es un tema, que si lo piensan bien los argentinos, haría que muchos adversarios a las plantas en Uruguay, cambiaran su posición.

Todo productor de madera, como de cualquier otro producto, quiere, antes que nada compradores múltiples, en un entorno leal que evite los monopolios y monopsonios (monopolios de compras) tan comunes en la producción de América del Sur.

Un entorno más claro en el terreno de los negocios, y la existencia de varios compradores, tendría como resultado inmediato una casi duplicación de los precios de la madera que se están pagando hoy.

Mercedes Sosa repite: "Es un monstruo grande y pisa fuerte, la pobre inocencia de la gente".

Puede ser que los mismos productores forestales, así como la gente de Greenpeace, acostumbrados a otros ecosistemas humanos, estén fallando feo, en el tema de los ecosistemas verdes, en lo que sí son especialistas.

Las papeleras son posiblemente una avanzada de una actividad que puede cambiar el aspecto del planeta, no para envenenarlo, sino para oxigenarlo y salvarlo, dándole el verde que precisa.

Para un cambio de proporciones, el entorno ético y humano es tan importante, como el natural.

En el Río de la Plata no están suficientemente avanzados los proyectos de Capital Social, y Moral y Derecho, con capacidad para tomar proyectos globales de envergadura, y salir del sub-desarrollo.

Dentro del Río de la Plata, parecen existir ventajas comparativas a favor de nuestro país, posiblemente derivado del hecho de su menor tamaño.

Mucha gente, no va a quedar muy bien parada en esta discusión, porque el verde no es el verdadero tema, sino el tema es el de la ética. Quizás convendría que los ambientalistas de Greenpeace, estudiaran un poco a Enrique Santos Discépolo, y los productores forestales, consultaran las cotizaciones internacionales de la madera que ellos mismos producen, y averigüen a donde va la diferencia que no cobran.

Cuando Mercedes Sosa hablaba de que "pisa fuerte la pobre inocencia de la gente", muy posiblemente no tenía en cuenta a los burócratas de Greenpeace, ni a los productores madereros de la Argentina.

Pero las cosas cambian muy rápido. Tampoco pensaba seguramente que la pampa húmeda se iba a convertir en un bosque selvático, que posiblemente salven el aire que respira el planeta.

Carlos Aparicio