Jugando con fuego

(Diario La República, 1998)


El uso del proceso penal común desviado de sus fines naturales para la consecución de fines políticos tiene tenebrosos antecedentes dentro y fuera de los Estados Unidos. Los juicios de Moscú de 1936 es posiblemente el caso mas famoso. El caso Levinsky - Clinton tiene una particularidad: la víctima es el propio Presidente: ¿Quiénes serán las próximas?

Los Norteamericanos tienen distintas ideas sobre conducta sexual que los latinos, y particularmente los latinoamericanos, de donde la comunicación entre la opinión pública del norte y del sur de las Américas en el caso Clinton - Lewinsky es casi imposible sin entrar a temas muy complejos de filosofía y organización familiar. En los hechos el caso Clinton, ha interesado en forma exclusiva a los programas humorísticos de T.V. , que no cesan de sacar ganancias sorprendentes de la situación.

Sin embargo las ideas sobre el proceso judicial, y lo que una acusación penal significa, son similares, y allí es donde los norteamericanos juegan con fuego.

En todos lados, una acusación penal, está establecida para punir hechos que han ofendido seriamente a particulares o a la comunidad.

Es tan fuerte el poder punitivo de la comunidad, que la mera acusación penal, está rodeada de una serie de garantías para que la misma no sea usada con fines distintos que el de la punición particular de la ofensa. En América del Norte, esta garantía está dada por el gran jurado, cuyo único motivo de participación es el de determinar hasta qué punto la acusación penal contra Clinton responde a una ofensa a la comunidad, o si por el contrario, la acusación está cargada de contenidos extraños al Derecho y está usando el enorme poder que tiene el Estado de encausar penalmente a un ciudadano, para fines diferentes de aquellos para cuales está establecida.

Es muy difícil expresar lo terrible que puede ser para un ciudadano enfrentar a una fiscalía que realmente desea ponerlo preso, pero si quedara alguna duda, podemos aclarar que el fiscal que persigue a Clinton no es un Llanero solitario.

Se estima que hasta el momento, el señor Kenneth Starr, ha gastado treinta millones de dólares de los contribuyentes para proteger a la señorita Levinsky de su experiencia como aprendiza de funcionaria de la Casa Blanca, y la cuenta sube a razón de treinta mil dólares diarios e involucra a muchos agentes del F.B.I., y viajes nacionales e internacionales.

El proceso penal ha sido usado en otras oportunidades con fines políticos, y su uso levanta la pública repulsa y muchas veces se ha convertido en un tremendo Boomerang contra los instigadores. Esto era una moneda corriente en los regímenes totalitarios e incluso en la URSS, inspiró los famosos procesos de Moscú de 1936.

Parece haberse establecido la idea en el mundo anglosajón, que no debe usarse el proceso judicial con fines políticos, pero con una excepción: las intrigas de alcoba, allí sí está permitido no por el derecho, ni siquiera por la ética declarada, sino por una mala costumbre de dejar hacer y dejar pasar.

Es muy difícil establecer las consecuencias de largo plazo de semejante práctica.

La mejor de ellas sería que los próximos candidatos a presidente sean todos viejos, ya que a cierta edad, este tipo de enredos es menos frecuente.

La peor, es que la opinión pública se acostumbre a un uso desviado y claramente deshonesto del proceso judicial , cuyas consecuencias, para América y el mundo son muy difíciles de prever.

Pero queda aún por ver si las instituciones funcionan en los Estados Unidos de la forma en que están establecidas.

En el derecho norteamericano a una institución específica para evitar que se abuse de la acusación contra una ciudadano, y esa institución es el gran jurado, un conjunto de ciudadanos que autorizan o no al fiscal a proseguir su acusación penal.

Finalmente la verdadera garantía, está dada por la composición del jurado popular cuando se dicta la sentencia definitiva.

En el caso Clinton, el proceso penal, se encuentra aparentemente suspendido y el gran jurado no se ha expedido, pero las pruebas que el proceso penal obtuvo, y toda la utilería que de él obtuvo la oposición política, serán usadas en un juicio político, cuyo objeto ahora no es la protección de la señorita Lewinsky y sus emuladoras, sino aparentemente la protección de los ciudadanos norteamericanos contra presidentes sexualmente activos.

Posiblemente aquí debieron haber comenzado las cosas, y el simulacro judicial, fue un uso deshonesto de poderes que están conferidos para otra cosa, y una de las formas peores de la mentira a través del uso impropio de las instituciones.

La situación queda estructurada en estos momentos de una forma en la cual los Clinton, tienen sus ventajas:

En primer lugar, después de muchos años, el fiscal deja ver las verdaderas motivaciones políticas del asunto, y no la farsa teatralizada que hasta ahora representó.

En segundo lugar, los Clinton aparecen juzgados un tribunal, donde son muy fuertes, que es el de la opinión pública norteamericana. Un buen momento en la economía y los notorios avances en el alcance popular de los servicios de salud, algunos de los cuales como la información gratuita en salud, llegan a todo el mundo, parecen ser elementos muy difíciles de vencer.

En tercer lugar, nunca en la historia norteamericana ningún presidente fue juzgado y removido por juicio político. Las intrigas de alcoba del caso Lewinsky no parecen tener la fuerza para lograr tamaño disparate. (Nixon fue acusado, pero renunció antes. Lo cargos eran graves).

El Tribunal de la Opinión Pública, no se puede quejar que tiene abundante documentación para decidir. Nadie se va a preocupar que esa documentación fue obtenida por procedimientos penales semi - fraudulentos o por lo menos desviados, pero está disponible en Internet en la dirección http://docs.findlaw.com/clinton/.

No existe (por ahora) un sitio similar que registre la actividad sexual de los últimos años del señor Keneth Starr.

Carlos Aparicio