Vergüenza ciudadana

(Diario La República, 26/11/1997)


El Uruguay enfrenta el fin de año y casi el fin de siglo con un recrudecimiento de la violencia delictiva urbana a niveles sin precedentes.

En un solo día, un obrero del volante muerto y dos mas heridos en distintos asaltos a mano armada parecen marcar un nivel de violencia mucho mayor de lo que la nación uruguaya parece estar dispuesta a soportar.

Estos hechos suceden escasas horas después que se hiciera un asalto a una institución bancaria, donde los asaltantes integraban (dos de ellos) el principal instituto policial y el resto lo habían integrado.

Los hechos precedentes motivaron un paro total y absoluto del transporte Montevideano, en un período de especial actividad previo a las fiestas navideñas.

La falta de respuestas por parte del gobierno a estos hechos es pasmosa, y cuando se hacen cuestionamientos públicos la respuesta gubernamental preferida es el silencio, o algún discurso sobre alguna derivación intrascendente.

La ley de seguridad ciudadana ha demostrado no responder a las expectativas de los grupos de la población que la apoyaron y los hechos subsiguientes le dieron la razón a sus críticos (entre los que nos encontramos).

El actual proyecto de Código de Proceso Penal, también sigue el camino erróneo, pero a diferencia de la ley de seguridad ciudadana nadie espera seriamente que sirva para algo. El proyecto definido en pocas palabras es un intento de maquillaje del sistema actual, con algunas audiencias públicas para hacerle creer a la gente que hay un proceso acusatorio y público, y al mismo tiempo mantener un proceso inquisitivo y escrito.

Los proyectos excelentes como el proyecto de Código Procesal Penal de la Suprema Corte y el proyecto de jurados populares presentado por el diputado Olivar Cabrera, duermen en el interín el sueño de los justos.

Se mantienen subsidios jurídicos relativamente explícitos a la delincuencia.

En los países civilizados. cuando ocurre un delito, se permite a las fiscalías, disminuir la pena, y aún eliminarla a cambio de información útil y relevante a fin de castigar a otros delincuentes asociados o no al delito.

En forma increíble, esto está prohibido en el Uruguay lo que permite a los delincuentes una casi total seguridad que nadie hablará para incriminarlos, siendo los mas beneficiados de ellos los líderes mafiosos, y gente que "se ensucia poco las manos".

Pero hay más subsidios, que son tanto mas eficientes cuanto que el tema de la delincuencia en Uruguay, se trata de la historia de un reducido número de personas-delincuentes que le hacen la vida difícil a una gran número de ciudadanos honrados.

La forma tradicional de lucha contra la delincuencia en América Latina casi desde su fundación, consiste en elevar rejas de hierro (preferentemente reforzadas) rodearse de perrazos que comen un par de quilos de asado por día, y disfrutar de una relativa seguridad.

Tradicionalmente también, se elaboran proyectos de ley, que en realidad no son contra los delincuentes que son un puñado de gente que además casi todo el mundo sabe quienes son (con algunas pocas excepciones). En realidad los proyectos de seguridad típicamente latinoamericanos, se hacen contra la ciudadanía honesta a quienes despojan de derechos humanos básicos a cambio de ofrecerles una protección policial temporaria. El parlamento uruguayo tiene una cantidad de estos proyectos en estudio, siendo los mas temible uno que presentó el senador Millor (que restringe definitivamente el derecho de legítima defensa a todos los ciudadanos no policías), y algún otro tendiente a desarmar a todos los ciudadanos honestos (los delincuentes no tienen armas registradas).

0 parecería que el gobierno, insiste en el camino erróneo lo cual puede servir para hacer discursos, pero de ninguna forma para aumentar la seguridad a un nivel soportable y mucho menos para pedir votos a la hora de las elecciones nacionales.

La oposición política no parece tampoco tener alguna opción articulada sobre estos temas, lo que hace algo difícil escribir (o leer) sobre seguridad ciudadana sin sufrir cierta desazón o pesimismo.

Mientras a alguien no se le ocurra contratar algún abogado que entienda, nos queda brindar en familia (no olvidar a los perrazos come-asado) y desear una feliz Navidad a todas las personas y próspero año nuevo (aún a los ciudadanos honestos).

Carlos Aparicio